martes, 19 de mayo de 2009

DECLARACION PUBLICA DE LAS IGLESIAS CHILENAS Y SU COMPROMISO CON EL MEDIO AMBIENTE.


Estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra, en el cual la Humanidad debe elegir su futuro. A medida que el mundo se vuelve más interdependiente y frágil, el futuro nos depara, a la vez, grandes riesgos y promesas. Para seguir adelante, debemos reconocer que, en medio de la diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana, hijos e hijas de un mismo Creador y con un destino común.

Debemos unirnos para crear una sociedad global sustentable fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz. En torno a este fin, es imperativo que nosotros, los pueblos Evangélicos de la Tierra, declaremos nuestra responsabilidad unos hacia otros, hacia la gran comunidad de la vida y hacia las generaciones actuales y futuras.

Pedimos perdón

Las iglesias evangélicas chilenas no nos hemos caracterizado por la preocupación medioambiental, la defensa del entorno carecía de importancia. Para muchos era más prioritaria la defensa de los valores familiares, minimizando el asunto con el argumento de que la Tierra será destruida en cualquier caso, con la Segunda Venida de Cristo, y no hicimos nada por cambiarlo en muchos años. Los grandes asuntos morales de nuestro tiempo, no son sólo el aborto, el matrimonio y la sexualidad. La guerra, la pobreza, la desigualdad y la protección del medio ambiente son preocupaciones morales importantes y urgentes.

Debemos reconocer que hemos sido insensibles e irresponsables frente a los sufrimientos del planeta, de los cuales hemos sido responsables como autores por colaboración, consentimiento y omisión. Pedimos perdón a Dios y a la comunidad planetaria. Manifestamos nuestro más férreo propósito de cambiar y revertir nuestra voluntad a favor de la Creación.

La hermenéutica o interpretación de la Biblia se focalizó principalmente en el bienestar humano que impedía que pudiéramos ver el mensaje real de las escrituras. Nuestra tarea es entender un poco más el propósito de Dios que nos llama a la conservación de la naturaleza.

Qué nos dice Dios

El rol protector de la naturaleza es un "Mandato Cultural" que se remonta al mismo origen de todas las cosas, no es un mandamiento nuevo, su existencia la leemos en el libro de Génesis 2:15: Tomó pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto del Edén, para que lo labrara y lo guardase.

El texto bíblico en Génesis 1:26-27 nos dice: Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.

Y creo Dios al hombre al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, varón y hembra los creó.

Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

Dios le dio dominio a la Humanidad sobre la Tierra, lo hizo mayordomo, pues el auténtico dueño y propietario es Dios mismo. Dios es soberano y dueño de todo el cosmos, pero Dios dio al hombre el ser gerente y administrador de todo el universo.

Así como Dios es rey sobre el universo y ha llevado a cabo muchas y nobles cosas en la creación que hizo, así también le ha dado al ser humano - que es su imagen - control sobre la naturaleza para desarrollar muchas potencialidades que hay tanto en ella como en el ser humano mismo. La cultura, es la ejecución de este mandato divino.

Esto implica también el respeto por el Hombre, su Espiritualidad, sus creencias y su religiosidad, permitir el desarrollo de los pueblos con sus tradiciones y la ciencia.

Aceptando la posición de la Humanidad como mayordomo y señor del cosmos, supeditados al dominio y a las ordenes del soberano Dios, debemos integrar una ética, y saber cuáles son las normas de conducta del hombre para con el universo.

Pero en cuanto a normas de conducta para con lo existente, debemos primero asumir que todo lo que existe es bueno, es decir todo tiene valor, todo lo hizo Dios con valor. Pero no un valor lucrativo o utilitario, sino un valor intrínseco al margen de su utilidad y aún al margen de la existencia o no del hombre, pues todo lo que existe es bueno.

Como se nos señala en Gen.1:31 "Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera".

En este sentido la actividad humana debe ir acompañada de la norma ética de cuidar y proteger el medio ambiente y el ecosistema circundante. Esta es una orden dada a todo ser humano, es un mandato, cuya desobediencia es una falta a las normas divinas, es decir es un pecado. El ser humano, no tiene derecho a destruir la obra divina .

Nada de lo que pasa en la inmensidad del Cosmos nos es indiferente. Nuestra vida sigue dependiendo –entre otras cosas- de la atmósfera, de la luz del sol, de la temperatura, del agua. Ellas tienen que ver con el canto de los pájaros, la floración de las plantas, la no monotonía del planeta. Todo está interconectado. Para descubrir por qué un ser está vivo es necesario mirar muy lejos. Debemos ser más conscientes del diálogo mantenido entre el cielo y la tierra, entre Dios y la Humanidad.

Evangelizar es promover la reconciliación de Dios con el hombre, de los hombres entre sí y de los hombres con el medio ambiente.Es considerar el medio ambiente desde la perspectiva y los criterios de la Palabra de Dios.

Nos dice San Pablo, que el destinatario de la salvación, de la liberación y de la redención de Jesús, no sólo es el hombre, sino todas las cosas creadas, todo el mundo, todo el universo y cuanto él contiene. Así, en el himno cristológico de colosenses (Col. 1:20)., leemos:"…..por medio de Él reconciliar todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz". De modo y manera que el fin de todos los tiempos viene expresado, no como la destrucción de todo lo creado por Dios, sino el llevar a su plenitud, consumación y perfección de todas las cosas creadas, y hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra- (Ef. 1: 10).

Los cristianos esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, signos de la consumación y expectativa futura de nuestra salvación (Apoc. 21: 1). Pues bien, debemos cuidar el medio ambiente, objeto de salvación, de modo que sea ya, signo de ese cielo nuevo y tierra nueva que esperamos. Por el contrario, si maltratamos lo creado será reflejo de la condenación y del infierno.

Somos pues responsables de las cosas creadas y debemos cuidar de ellas con un imperativo ético, de modo que sean signo de Cristo y de la salvación, y no del mal y la perdición.

Dios nos pedirá cuenta de su uso y -herirá y destruirá a los que hieren y destruyen la tierra- ( Apoc. 11: 18).

Equilibrio entre desarrollo y medio ambiente

La cultura moderna occidental tiene en la mira el ansia del crecimiento, desarrollo y producción. Pero debe entender que el crecimiento y la producción tienen límites impuestos por el respeto y protección de la naturaleza y del medio ambiente.

Y en este sentido cabe hacer una crítica a la actividad productiva mundial, pues todo el sistema está orientado a mantener un sistema productivo por sobre el respeto a la biodiversidad, los hábitats naturales y el medio ambiente. Así las cosas, nos hacemos parte de un sistema que nos lleva a pecar contra la creación y contra Dios.

Por ello estimamos que urge construir una relación armónica entre "lo económico" y el respeto de los recursos naturales, aceptando humildemente las limitaciones propias del equilibrio ambiental.

Nunca está de más recordar que el hombre no es el único habitante del planeta. Animales, las plantas, los recursos naturales y minerales son parte esencial de la vida y tienen derechos.

La Palabra de Dios nos dice que Dios es el creador del universo y de todas las cosas creadas, animadas e inanimadas, y que el Hombre es su administrador, no el dueño, quien pudiera disponer arbitrariamente de ellas. Así pues, el dueño es Dios y el hombre debe administrarlas bien, no abusando de ellas o destruyéndolas, sino tratándolas equilibradamente. Toda actividad humana debe realizarse en armonía con el normal desarrollo de la vida en su entorno,

Esta es la enseñanza que sacamos de la lectura de Gen. 1.

Debemos mirar hacia las culturas aborígenes amerindias, que supieron vivir durante milenios sin perjudicar la naturaleza. En todas ellas hay una veneración religiosa para con la tierra, los ríos, los árboles, las plantas, el maíz…etc. La Tierra es la madre que nos sustenta la vida. El maíz tiene también un carácter sagrado. Los ríos son las venas de la tierra.

De este modo se crea una relación sagrada, personal, con la Tierra y con lo que ella produce.

Mientras que la cultura europea occidental, para quien la tierra es un simple objeto de explotación, de dominio, creándose así una actitud opresiva frente a la naturaleza.

El Hombre, sea civilizado o salvaje, es una criatura de la naturaleza (no es el señor de la naturaleza). Somos parte de las criaturas de Dios pero también mayordomos de las demás criaturas y de todo lo que existe. En este sentido, atentar contra la armonía del universo generara consecuencias negativas en todas las criaturas, incluyéndonos a nosotros. Debemos conformar nuestras acciones dentro de ciertas leyes naturales si es que deseamos mantener el dominio sobre el medio ambiente, pues también somos criaturas que compartimos el mismo hábitat y somos dependientes de la armonía del resto del cosmos para vivir.

Debemos ser capaces de oír el susurro de la naturaleza, porque es Dios quien nos habla a través de su creación y por tanto amarlo a Él al admirar su obra. Es igual como admirar la obra culinaria que puede ofrecer una esposa en la mesa para nuestro regocijo; admirando su buena obra, más se le ama a ella.

Restablecer la creación: una tarea Cristiana

A la Tierra tenemos que tratarla bien y con consideración, porque es un organismo vivo y dinámico. Si la tratamos mal, cosecharemos males y la misma Tierra se volverá contra nosotros. No hay que herirla (Apoc. 11: 18), ni hacer que gima con dolores de parto (Rom. 8: 22).

De este modo, como proyecto político, social, cultural, económico…etc, debemos restablecer la creación. Por eso el libro del Éxodo proponía el año séptimo como año de descanso de la tierra (Ex. 23: 11), y el Levítico (Lev.25:11) prescribía el año jubilar de devolución: el año cincuenta se dejaba sin cultivar la tierra y era devuelta a su dueño, manifestando de esta manera que el único poseedor de la tierra es Dios, y los hombres, en su paso por ella, somos forasteros y extranjeros; que la tierra es propiedad de todos y para beneficio de todos, y cuando decimos de todos, no nos referimos sólo a la Humanidad, evitando de esta manera la codicia de concentrar su posesión en pocas manos. Y es que esta tierra es para todos.

El dominio de la Tierra nos ha sido delegado por Dios con miras a que cooperemos con Él y compartamos sus frutos con los demás, somos responsables delante de Él por nuestra mayordomía. No tenemos derecho a hacer lo que queramos con el medio ambiente natural; no es nuestro para que lo tratemos a nuestro antojo. "Dominio no es sinónimo de destrucción". Ya que ha sido puesto a nuestro cargo debemos administrarlo responsable y productivamente por nuestro propio bien y el de las generaciones siguientes. Algunos ya han muerto, otros todavía vivimos, pero la mayoría aún no ha nacido.

Ahora por ser la conservación de la naturaleza un mandato divino para toda la humanidad, la iglesia, es decir la cristiandad conformada por personas, está obligada a asumir este rol y esta parte de la misión, pues este mandato por estar en la Biblia debe ser asumido por los que creen en ella. Por esto la conservación de la naturaleza es parte de la misión de la Iglesia.

Comisión Medio Ambiente
Mesa Ampliada UNE - Chile

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